domingo, octubre 14, 2007

Dainipponjin, de Hitoshi Matsumoto


Para el espectador que entra en la sala sin haber leído la sinopsis, el inicio de Dainipponjin resulta extremadamente desconcertante. En tono documental, la película nos muestra una entrevista a un japonés, que, la verdad sea dicha, parece que le falte un hervor. A este hecho aparentemente intrascendente, se le une unas preguntas un tanto confusas: ¿Le gustan los fideos instantáneos? Sí, porque crecen.
Nada tiene mucho sentido, aunque sí mucha gracia, hasta que ya transcurrida la primera media hora del film, el protagonista recibe una llamada telefónica que le anuncia que tiene que ir a trabajar. La cámara sigue el recorrido del protagonista hasta una central eléctrica donde el documentalista no puede seguir grabando; minutos después, vemos como el japonés con aspecto de vagabundo se convierte en un gigante semidesnudo armado con un palo dispuesto a detener a las fuerzas del mal.

Jo, qué frikada.

Eliminada ya la sorpresa inicial, el falso documental, por llamarlo de alguna manera, continúa jugando con las evidentes posibilidades humorísticas que suponer tener a un superhéroe en el mundo real: un buen montón de gags y situaciones ridículas muy divertidas. Aún así, entre las risas la película tiene cierto tono melancólico, descubriéndonos el olvido de las tradiciones japonesas que viene acentuándose aún más desde la liberalización que inició Koizumi. La época dorada de los superhéroes gigantes fue hace ya 70 años, y nuestro protagonista se ha convertido en el último de ellos: despreciado por la mayoría de la sociedad, su programa de televisión apartado al late night y abandonado por su mujer que no le deja ver a su hija. Sólo logra recuperar algo de notoriedad cuando es humillado por uno de sus enemigos -es decir, cuando se convierte en telebasura- y, al final, los que derrotan al enemigo que el superhéroe japonés es incapaz de vencer son, por supuesto, héroes americanos. Bye, bye, old Japan.

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